Diciembre

     Tiempo de invierno. Balcón a la Navidad que ya se cuela por todos los rincones de la ciudad con luces de colores y haces ficticios que penetran y provocan sentimientos nostálgicos de infancia lejana, de navidades vividas cuyo añoranza me lleva a buscar en miradas infantiles el brillo de la inocencia y la esperanza del tiempo por venir.

     Diciembre es un escaparate cuyo deslumbramiento se carga de recuerdos, de momentos irrepetibles, de personas que siguen presentes aunque ya no estén, y cada año me acompañen y con ellos vuelva a verme montando aquellos belenes de casitas de cartón y tejados rojos y ondulados gracias a los envases de los jarabes, con rebaños de ovejas, los pastores, un hombre haciendo gachas, la panadera, las gallinas, los patos, el pozo y una mujer lavando en el río, además de los tres reyes ostentosos sobre sus camellos, y un portal de Belén presidido por la estrella de Oriente que siempre se resistía a estar quieta. Aún siento en mis manos aquellas figuritas de barro pintadas de toscos colores que rescatábamos de las virutas que llenaban las cajas de zapatos, y colocábamos sobre el serrín con la ilusión de la tierra de un país lejano y antiguo, donde a un niño, casi desnudo, entre un padre y una madre bien protegidos con mantos, un buey y una mula no le asustaban. Aquel belén de la infancia junto a la abuela Enriqueta. El turrón, el mazapán, el vino dulce y la pandereta, la zambomba y un repertorio de villancicos que al día de hoy sigo recordando incluso uno que aprendí muy pequeña y que no he vuelto a oír cantar a nadie: Clamor celestial que del cielo bajo se oye en un portal donde Dios nació… Aquellas monjitas de mi infancia. Cosas de otra época, de mi vida en otra vida. Diciembre y con él la Navidad que entonces anunciaba Antonio Machín con sus: Campanitas qué vais repicando, Navidad vais alegre cantando… Y la Niña de la Puebla con sus Campanilleros que provocan un caudal lacrimógeno en mi abuela Petra.

     Lástima que este diciembre del 21 del XXI además de luces, los afortunados que las tenemos, ya que en la Cañada Real siguen como en aquel nacimiento de lumbre y velas, o en el Valle de Aridane donde la lava y la ceniza de Mordor ha enterrado tantos belenes además de casas de colores e iglesias y árboles que ahora estarían llenos de flores de pascua, y pinos frondosos y plataneras, y la playa de los Guirres y… Lástima que el volcán de Cumbre Vieja se haya tragado tanto.

     Y lástima de tantas cosas en este diciembre del 21 del XXI donde el virus sigue  marcando el tiempo del turrón y de los encuentros, por mucho que las luces se empeñen en querernos meter con calzador en las páginas de un cuento navideño. Y aún a pesar de los pesares:

      ¡FELIZ NAVIDAD!

4 comentarios en “Diciembre”

  1. Entrañable artículo, cuantos recuerdos se reviven en estas fechas, algunos tristes y otros que nos alegran. Ojalá las próximas Navidades sean más de las que recordar por motivos más alegres. Todo lo mejor para ti y los tuyos. Un beso y un abrazo enormes.

  2. Enrique Teso Vilar

    Precioso relato Maricruz. Tiempo de recordar a los que se nos fueron, pero que, de alguna manera, vuelven a estar presentes cuando nos ponemos delante del Belén.
    Como bien dices, a pesar de todo, que tengamos una feliz Navidad.

    1. Gracias, Enrique. Aquellas Navidades de la infancia siempre serán bonitos recuerdos a conservar. Lo pasábamos muy bien, y ahí estabas tú: mi querido primo Quique

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