A la vieja encina
Cercada
por un corro reverente
-de anónimos palos-
resistes
majestuosa y esbelta
ajena a tormentas y
sequías inclementes.
Tu savia
nutre raíces
anclándote a un mar de tierra
y te expande en ramas
sedientas de cielo.
Un año más
los pliegues de tu corteza centenaria
han sido testigos mudos
del implacable paso del tiempo
y de sus criaturas
unificadas en el abrazo
del último día del calendario.
Frondosa
verde y vieja
ignoras la incertidumbre
el misterio
del porvenir.
Contemplarte
es una hoja de historia
con ramificaciones de sueños
al imaginar
quién buscó cobijo bajo tu sombra y
lloró y vivió amores
al abrigo de tu tronco
y reparó en tu silencio de
humilde encina
hoy
convertida en monumento.
A la centenaria encina del parque de Torre Arias, Madrid