8 de marzo

     Día del FEMINISMO y de las FEMINISTAS para conmemorar algo más que un color o una fiesta en la que visibilizar la reivindicación de los derechos de igualdad real entre ambos sexos y perspectiva de género desde la discriminación que se ejerce sobre las mujeres. Día para interiorizar y compartir que el FEMINISMO es mucho más que una fecha en el calendario y manifestaciones callejeras. En palabras de Amelia Valcárcel, que hago mías: FEMINISMO ES EL DÍA A DÍA EN QUE CADA MUJER GANA SU ESPACIO DE LIBERTAD.   

     Como mujer podría describir muchas situaciones de discriminación vivida en primera persona desde que tengo uso de razón. Por eso, para mí el 8 de marzo es un día de celebración por los logros conseguidos por las mujeres como colectivo, y para recordar lo que a veces me costó ese ascenso. Soy asidua a esa conmemoración, aunque no fui el año pasado y no iré este. Mi posición ante la Pandemia me hace plegar las alas malvas que tanto me gusta desplegar, alas que me acompañan y refuerzan desde mi perspectiva de mujer.  

     Uno de esos logros tiene que ver con mi lucha en el entorno laboral en el que me he ganado el sustento. Entorno en el que las mujeres éramos mayoría, y mandaban los hombres. Y en el que a principios de los años sesenta se seguía despidiendo a toda aquella que contrajera matrimonio.  

     En los setenta, una mujer valiente «se plantó» e hizo valer su necesidad económica para seguir trabajando. Hubo suerte. El sistema machista-paternalista fue generoso al dejarla seguir en su puesto hasta que se quedara embarazada. Cuando llegó el embarazo se volvió a resistir argumentando la misma necesidad económica, y de  nuevo le fue concedida la gracia de trabajar con la condición de parir en su mes de vacaciones, sentando un precedente y un gran logro para las que vinieron detrás. Hubo bodas y meses de vacaciones para parir, e incluso con el correr de los setenta lograron que les concedieran «la cuarentena» tras el parto, además de mantener el mes de vacaciones anuales.   

     Esta norma laboral era la vigente cuando en los ochenta me quedé embarazada  y reivindiqué los tres meses que por entonces la legislación de la Seguridad Social concedía como un derecho a la maternidad. Me costó una lucha de casi los nueve meses, y lo peor es lo sola que a veces me vi a pesar de que otras compañeras estaban tan embarazadas como yo, pero dispuestas a seguir la norma de los cuarenta días concedidos tras el parto. Al final fuimos dos las díscolas, las que nos repartimos el reproche general por la reivindicación de un derecho por el que me gané la fama de protestona. Me dejaron acogerme a los tres meses que establecía la Ley con la condición de que cobraría exclusivamente por la Seguridad Social sin que me fuera complementado el importe hasta llegar a mi sueldo. De nada me valió argumentar:

1) Que los compañeros que eran llamados al Servicio Militar, que por aquellos años era por lo menos de quince meses, se les pagaba el sueldo íntegro con subidas incluidas aunque no aparecieran por su puesto laboral en todo ese largo periodo de tiempo.

2) Que por cada Servicio Militar cumplido por un varón, una mujer podría tener hasta cinco hijos con el mismo coste laboral para el organismo empleador.  

3) Que por qué a nosotras se nos discriminaba por parir.

     La respuesta fue siempre la misma: «la mili» era obligatoria y el tener hijos una opción personal, un capricho. Y que con la cuarentena que nos regalaban ya estábamos  bien pagadas.     

      Aún me veo con la barriga a punto de explotar y llevando los tomos para la firma de las inscripciones diarias. Y aún me veo, de pie, al otro lado de la mesa del señor registrador firmante de aquel trece de febrero, apurando hasta el final mi embarazo trabajando. Al día siguiente nació mi hija y me ausenté para la crianza, los tres meses que por Ley me correspondían, de mi querido Registro Mercantil del que podría escribir una novela de amores y desamores, de muchas guerras y poca paz, pero… Qué pereza volver a vivir ciertas luchas. Me quedo con lo logrado, con lo positivo de mi larga etapa laboral.   

     Mantuve mi fama de protestona por reivindicar derechos de igualdad, aunque no fueran sólo para mí, sino para todos, porque eso es también el FEMINISMO.

     Por conseguir aquel derecho a respetar el tiempo legal de la maternidad, aún con la discriminación salarial que me aplicaron y volvieron a aplicar con el parto de mi hijo, cada ocho de marzo me manifiesto recordando que contribuí a que mis compañeras y compañeros disfruten al día de hoy de mejores condiciones al respecto.     

     Es sólo una anécdota, un pequeño peldaño de hormiguita, un recuerdo que vuelve con los almendros y prunos en flor, barruntando, quiero creer, una primavera cada vez más igualitaria.    

10 comentarios en “8 de marzo”

  1. Una conmemoración, la del 8 de Marzo, que sigue siendo necesaria a pesar de lo que la sociedad ha avanzado en los últimos años. Cuánto daño hace que muchas mujeres se posicionen del otro lado y en su inconsciencia alimenten la misoginia que no puede, ni quiere, disimular algún sector de los representantes políticos. Es imprescindible no cejar en las reivindicaciones de igualdad, porque el camino que queda es muy largo y los palos que nos ponen para hacernos caer son enormes. Me ha encantado conocer tu lucha por nuestros derechos. Gracias! Un abrazo.

  2. Muy bien Maricruz. Eres una luchadora y eso da sus frutos y, sobre todo, abre camino para conseguir derechos que, como bien dices, son para todas y también para todos.
    Aunque manifestarse está muy bien y es una manera de hacerse escuchar, aún es más importante plantear las reivindicaciones día a día desde cada puesto de trabajo, además, por cosas verdaderamente importantes, como las que relatas. Afortunadamente se van dando pasos, aunque el camino todavía es largo. Así que, totalmente de acuerdo contigo en que, ni un paso atrás.
    Un fuerte abrazo.

  3. CARMEN CHAVARRÍAS

    Muchas gracias, Mari Cruz

    Puedes estar muy orgullosa de aquella lucha, abriste camino para las mujeres y para los hombres.

    Me parece tan injusta la penalización por ser madre en el mundo laboral. En los 90 podías pasarte años empalmando contratos temporales de títulos tan peregrinos como mentirosos, de lo que se trataba es que no fueras fija nunca, de esta manera en cuanto se enteraban de que estabas embarazada no te renovaban el contrato. Era tan triste cuando una compañera embarazada te comunicaba la buena nueva y que a continuación te explicara que sin remedio eso suponía la no renovación, el despido.

    He trabajado en alguna empresa en que la inmensa mayoría de los empleados eran mujeres, pero los puestos de dirección eran de hombres.
    Los hombres eran minoría, entre ellos había camaradería, una relación más allá del trabajo que se construía tomándose unas cañas a la salida y así crear una complicidad de amiguetes, que llegado el caso, y ante una falta, implicaba taparse los unos a los otros.
    Por el contrario, entre las mujeres no existía unidad. Todo lo contrario, con una competitividad feroz he visto a jefecillas luchar unas contra otras, como lobas, por sus migajas de poder.
    Dramático el caso de tus compañeras tan embarazadas cómo tú, que no te apoyaron.
    Creo que en esto, vamos mejorando, quizás no estemos todo lo unidas que deberíamos, pero al menos la sumisión rozando lo indigno, no es lo general. Hay cada vez más «protestonas» seguramente porque el movimiento feminista le ha puesto palabras a estas situaciones y a otras peores, se ha sido consciente y se ha legislado para no discriminar a la mujer.
    Pero todavía nos queda camino por recorrer, y ahora que hay voces posicionadas claramente en contra del movimiento feminista, más que nunca tenemos que decirnos: NI UN PASO ATRÁS.

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