23 de abril

La trama, la escritora y el lector.

23 de abril, San Jorge «el que la fruta recoge».

Eso dicen en mi querido Moros temiendo a la helada que suele caer esa noche, quemando con la rosada los tiernos brotes de los frutales de la vega del Manubles.

Ese San Jorge, patrón de Aragón, que al parecer murió un 23 de abril de allá por el 303, aunque antes de ese viaje a los altares acabó con el temido dragón que amedrentaba a la comarca, salvando a la joven ofrenda: escritora, virgen y princesa,  quien en agradecimiento le dedicó un poema que al ser leído por el destinatario provocó que de la sangre (inocente) del dragón vencido, floreciera una rosa roja. Flor de pasión que ha quedado unida al arrebato de la lectura y a la inmersión en los mundos que esconden los libros, donde sólo tenemos que deslizar los dedos y dejarnos llevar a merced del viento y las olas de un cielo y un mar unificados por palabras, hasta ser parte integrada de ese peculiar paisaje. Un viaje que puede ser tedioso, en cuyo caso opto por bajarme y buscar otro barco donde concluir de forma placentera la aventura.  

La Unesco decidió que ese 23 de abril, fecha en la que falleció el grandísimo Cervantes, y también el Inca Garcilaso, entre otros literatos de fama más que merecida, se conmemore el Día Mundial del Libro y así reivindicar el fomento de la lectura, defender la propiedad intelectual e implicar a la industria editorial y a las librerías. Mire usted qué bien. Y en el primer eslabón de esa cadena: la escritora-princesa salvada por el caballero, entonces, sólo conocido por Jorge. Un cuento precioso. Y un día estupendo para sentirte lectora, consumidora de libros, rata de biblioteca y canon literario. Y también escritora desde que un 23 de abril los anónimos lectores eligieron a mi relato: «El buitre» ganador del concurso anual del Heraldo de Aragón. Qué alegría verlo sobrevolar las páginas de tinta impresa. Un sueño publicado aquel 23 de abril. Y nunca me ha importado que la editorial no me enviase el regalo de una caja de libros de su sello (prometido al ganador), ni que el periódico me llamase para formar parte del jurado del concurso del año siguiente. Pobre editorial…, no están los tiempos para ciertos regalos, y respecto al periódico, hay que entender que Madrid está lejos.

Ese ejemplar del Heraldo lo compré en la Puerta del  Sol y lo guardo como un trofeo preciado y estimulante. Fue un chute inspirador que concluyó en un libro para mí muy importante: «Soplar al cierzo«, aunque el pobre (me refiero al ejemplar del Heraldo), tiene mala vejez, además de cierto color de enfermo de hígado. Pero un premio es un premio, y esa publicación fue la primera en mi vida literaria. Me di por muy satisfecha, pagada y agradecida.     

Hoy día, por suerte, la escritura se ha democratizado. Casi todos los que sabemos leer y escribir podemos maquinar historias, traspasarlas al papel y hacerlas públicas. Hay tantos escritores que las más de las veces la elección de un buen libro es una tarea dificultosa, una lotería para el hambriento lector. Hablo como lectora, como escritora la pelota no está en mi tejado y… Espero a que San Jorge (sin tener ya la necesidad de matar dragones), me lea y, sin sangre por medio, de la tinta negra y del mensaje de amor que encierran mis palabras, surjan rosas rojas de pasión lectora.

¡Feliz DÍA DEL LIBRO!

6 comentarios en “23 de abril”

  1. Joaquina Ruiz

    Preciosas elucubraciones! Felices nosotros, los lectores y doblemente felices vosotros los escritores, por escribir y leer. Por siempre libros, escritores y lectores.

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