El sol ha derretido el hielo y la lluvia ensuciado los restos de Filomena, que a su paso por Madrid ha dejado muchas lecturas, no sólo de la libertad de los elementos sino también lo poco acostumbrados que estamos ya a la nieve, hasta el punto de llamarla «catástrofe» y expulsarla del sentir colectivo sin salvar que también es agua en los neveros que llegará a los pantanos y al grifo, que limpia el mundo del subsuelo, que alimenta la sed de los parques aunque en su abrazo haya pérdidas y rompa ramas que darán paso a otras más vigorosas, y que pone a prueba, además de a nosotros, la eficacia de los servicios públicos para que puedan ser testados y actualizados por si de nuevo pretende volver a extender su manto de bruja blanca y regalarnos la estampa, poco habitual, de Madrid tomada por los copos e iluminada por esa luz tan especial que, lejos de ser fría, nos atrapa en una contemplación silenciosa y nos deja momentos inolvidables, e íntimos, de una ciudad unificada de blanco y sorprendida ante la magnitud del fenómeno. Salpicada de imágenes para el recuerdo.
Este año más que nunca, nos merecemos el año de bienes. Desde lejos se ve muy bonita la nieve en Msdrid o Moscu.
La nieve siempre es bonita, lástima que luego ensucie tanto. Y estoy contigo, ojalá sea una año de bienes para todos. Un abrazo desde Madrid.
Yo tengo confianza en que todo esto nos deje una bonita primavera de renovación y luz. Ojala.
Como siempre, muy bonito.
Que así sea. Amén. Un abrazo.
En efecto, muchas imágenes quedarán en nuestro recuerdo durante muchos años. Y, sin duda, la nieve es un bien muy preciado, ya que es la principal reserva de agua que luego será fuente de vida, tal como tú relatas de forma tan bonita. No obstante, en lo de los árboles, sí es cierto que muchos darán ramas más vigorosas, pero otros, como los pinos, en esos no brotará (sin contar con los que se han caído). En la Casa de Campo sí que ha habido una auténtica catástrofe. También es cierto, como bien dices, que pone a prueba los servicios públicos que han de ser actualizados (no sé yo…). Y finalmente, coincido también contigo en esa luminosidad tan especial que a mí me daba la sensación de que adelantaba el amanecer.
Un abrazo.
Otro abrazo, Enrique.