Apenas unos metros encerrados entre muros, abiertos a la inmensidad. Aislado del mundo.
Apenas penetra el sol, suficiente para que se arrebate la naturaleza.
Hay un abeto que fue árbol de Navidad; un magnolio que se viste de novia por primavera después de que las camelias reposan tras el estallido de fucsias; orgullosos durillos, verde-noche, engalanados con tocados blancos y simétricos como copos de nieve; rododendros apretados y sombríos que sólo muestran alegría una vez al año, cuando regalan su espléndida y exuberante flor; protegidos del frío esperan los geranios anhelantes de sobrevivir al invierno; en las paredes hiedras corredoras, y debajo quietos pensamientos. Cuando fuera despuntan los almendros, prímulas y violetas lo pintan como un cuaderno infantil.
El aire se concentra, embriagado y embriagante cuando florecen las rosas.
Y en un rincón, a un pájaro de piedra se le escapan los trinos del tic-tac-toc de las gotas de agua sobre la fuente.
Y, muy quieta, para no autentarle, quiero escuchar al misterioso pájaro de piedra .
Bien dices: misterioso pájaro.
Hoy feliz por las gotas e lluvia sobre la fuente,
Un abrazo.
Todos queremos reposar un rato en ese jardín.
Invitada quedas. Un abrazo