De repente avanzas hacia la silla; mantienes el equilibrio ayudada de tus pequeñas manos que se agarran con fuerza al vestido.
Cuando consigues caminar culminas una etapa sin saber el porqué. Aún eres muy pequeña para comprender. Toca seguir descubriendo. Y empiezas por la certeza del paso de la luz a las sombras. De ver al Sol, a la Luna. De sentir la lluvia resbalando por tu boca, o quedarte atrapada en esos puntos brillantes que llaman Estrellas, seres que intuyes tan misteriosos como los pájaros que picotean ramas y cantan, o el perro que ladra y te asusta.
Te queda mucho por aprender mientras te ubicas sin ser consciente del punto de partida. Ni dónde estás, ni a dónde te llevan tus pasos cada vez más afianzados en el suelo, mientras tus manos, por puro instinto, saben que son el mejor anclaje contra ese desconocido lugar al que los otros llaman Mundo. Otros, de cuya boca salen sonidos, palabras que forman el lenguaje, algo que aprenderás sin esfuerzo porque es parte del enigma que nos ha sido dado. De momento, sigues siendo pequeña para comprender lo que más tarde te parecerá aún más incomprensible. De momento, persiste en avanzar por el camino que, aun siendo sólo tuyo, otros hicieron antes que tú y llaman VIDA. Tranquila, lo irás descubriendo. Tampoco ellos saben mucho más de lo que tú sabes ahora.
Quizá al final del recorrido, cuando vuelvas a ser inestable por la fragilidad de los años, entiendas que no hay misterio, que sólo hay origen, y que la vida es el más involuntario de los accidentes, por mucho que nos agarremos para no caer en el vértigo de no com prender EL PRINCIPIO. Hasta entonces, avanza, sigue avanzando después de detenerte en todos los rincones que encuentres para saciar tu curiosidad, aun sabiendo que no siempre encontrarás respuesta.
Vivir, sólo es recorrer el camino que iniciaste cuando por primera vez te mantuviste erguida, con la única pretensión de alcanzar una silla con tu pequeña mano.