Nacida en Madrid, ciudad a la que quiero, en la que me siento libre y anónima, y donde me licencié en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense.  

Lectora y escritora de vocación temprana, no comienzo a publicar hasta que considero en mi haber páginas suficientes como para autoafirmarme en cierto recorrido literario.    

Mucho antes que escritora, lectora precoz de Stevenson y Verne, así como de  todos los cuentos y tebeos que caían en mis manos, además de las fábulas clásicas que mi abuela me contaba y volvía a contar una y mil veces para mi deleite y su cansancio, ya que para mí el único límite era el sueño. Luego vendrían muchos y diversos libros, y los grandes descubrimientos. Cervantes, Quevedo, Shakespeare, Bécquer, R. de Castro, W. Scott, Poe, Chèjov, Galdós, Flaubert, Maupassant, Baudelaire, Mann, Zweig, Lorca, Cernuda, García Márquez, Borges, Delibes, V. Woolf, Pessoa, S. Fitzgerald, Lobo Antúnez,  Zúñiga, Marsé, Coetzee, Chaves Nogales, Mansfield, Lispector, Morrison, Atwood, Némirovsky, Szymborska, Munro… Y tantas y tantos otros que conforman el universo literario al que como lectora me siento ligada y agradecida, y de cuyas fuentes me nutro para buscar mi propia voz de narradora de ficción. De todos se saca provecho y estímulo para escribir, y ejemplo para seguir haciéndolo, aunque la soledad, a veces, se cuele por todos los rincones y nos proponga la huída, mientras la página en blanco no ceja en su empeño, en su desafío, en su pulso medidor de seguir tirando, anclándonos a las palabras.

Sin haber vivido la experiencia, siempre creí que escribir te atrapa algo más que tiempo, que ya es mucho. Escribir te posee y se adueña de tu voluntad, o al menos así lo intuía desde siempre. Y así resultó ser y he podido comprobar cuando la vida me ha dado tiempo y oportunidad de hacerlo, para sin dejar de ser yo, ser otra en esos personajes que surgen, y te llevan y te traen, y traman historias que a veces se escapan al narrador para sorpresa de la escritora.

   Consciente de que escribir, con aspiración literaria, requiere, además de vocación y tiempo, oficio, he asistido en Madrid a talleres de escritura creativa. De todos he aprendido. Consecuencia de esos talleres, forjadores de sueños, es el haber publicado relatos en diversas antologías.

De uno de aquellos relatos, nacido de una propuesta de una amiga de aquellos talleres, surgió: SOPLAR AL CIERZO, fascinada por un paisaje, por un pueblo, por unas gentes y su forma de hablar y de expresarse. Moros, en la provincia de Zaragoza, fue un amor a primera vista para una persona que como yo, creció sin pueblo y recordando siempre aquello que decía mi abuela, de que le daba envidia la gente que no era de Madrid capital, porque tenían un pueblo que añorar, un pueblo que les esperaba, mientras que a los madrileños: no.

Cuando vi por primera vez Moros supe que era mi pueblo, ese que me esperaba sin yo saberlo. Desde entones fue mío, y me inventé historias que aún no siendo verdad pudieran muy bien serlo allí, pero también posibles en otros muchos lugares, sólo que Moros, tiene tres cosas de las que otros carecen: el Moncayo en el horizonte, el cierzo que sube y baja por sus calles desnudas, y una musa que solo me habla a mí. Por esas tres razones, juntas, es para mí único y fuente de inspiración de relatos, de historias que el cierzo acuna y me trae en su brusco abrazo.

SOPLAR AL CIERZO es mi primer libro, el personaje de Arsenia: mi musa, y «El buitre» que resultó ganador en el Heraldo de Aragón de un día de San Jorge del 2009, el relato que me indicó que iba por el camino que antaño soñé, y que ya era hora de trabajar con rutina y disciplina, sin más meta que disfrutar escribiendo y dedicando todo el tiempo que antes no quise, o no pude, dedicarle.